martes, 2 de junio de 2015

¿Astrólogo? No, astrónomo


Hace poco fui a realizar una entrevista a una persona muy importante para un ramo de la universidad, por lo que tuve una reunión previa con sus asesores. Después de conversar con ellos y contarles los motivos que me habían llevado a una carrera humanista luego de ocho años estudiando y trabajando en astronomía, uno de ellos me dijo: “entonces, ¿tú que eres? ¿astróloga?”. Esa pregunta, que me preocupa y preocupa a la comunidad científica, es mucho más común de lo que quisiéramos y se debe, principalmente, a la confusión entre ciencia y pseudociencia.

En la antigüedad, algunas observaciones astronómicas importantes fueron hechas con propósitos astrológicos. Los términos no se diferenciaron conceptualmente sino hasta el siglo VI d.C., pero, como podemos apreciar, la confusión ha perdurado muchos años después, aunque en la definición de cada una la diferencia sea clara. Mientras la astronomía es explicada por Del Puerto (1999) como “una ciencia que estudia el universo exterior y la Tierra, observando posiciones, movimientos y evolución de los cuerpos y fenómenos celestes”, la astrología es definida con un sentido supersticioso por la autora, como “una creencia sin base científica donde asuntos humanos y características personales son influenciadas por la posición de los planetas al momento de nacer”.



Podemos atribuir la confusión a la similitud entre los nombres y a que ambas se relacionan con las estrellas y los planetas. Las diferencias son bastantes, pero la principal es que la pseudociencia no utiliza el método científico para establecer conclusiones, las cuales no son verificables ni extrapolables.  La ciencia es todo lo contrario. Lamentablemente, existen más astrólogos que astrónomos y pocas personas saben diferenciar entre ciencia y pseudociencia, por lo que si desean estudiar el Universo, probablemente recurrirán a lecturas de naturaleza astrológica y no a revistas científicas.

La proliferación de las pseudociencias afecta a la educación científica y distorsiona la visión de la ciencia. Los científicos, en conjunto con los comunicadores sociales y los educadores, debemos luchar contra esto, como bien indica Jiménez (2012): “no es permisible la sumisión de la razón ante todo aquello que intente asumir el status y el rol de la ciencia”.

El rol de los medios



Todas las mañanas en los diarios podemos leer el horóscopo, pero muy pocos diarios incluyen una columna sobre ciencia. Se cree, erróneamente, que la población no tiene interés por estos temas, pero la realidad es que los interesados no están informados , lo que disminuye su atracción por estos temas.

La pseudociencia está en los medios todos los días, la ciencia pocas veces, por lo que es incuestionable el rol de éstos en la promoción de las creencias y prácticas pseudocientíficas. Lo anterior contribuye al bajo conocimiento científico de la población, ayudando a mantener la confusión.

Las fuentes primordiales de información son los programas televisivos e Internet (National Science Board, 2008) por lo que, como bien indica Calvo (1999), los medios tienen el deber de comunicar los avances en la investigación científica. A la vez, la información entregada debe ser actualizada, de calidad y comprensible, pero nunca simplificada.  Generalmente la ciencia rigurosa se trivializa, logrando el efecto contrario al esperado: se aumenta el grado de desinformación de la sociedad. Si los contenidos se simplifican o exageran los lectores se quedan con conceptos errados e ideas vagas sobre los avances científicos.

El lenguaje científico es especializado y los periodistas deben interiorizarse sobre él para acercar la terminología a la audiencia. El gran desafío entonces es transformar estos temas en algo atractivo y cercano. De esta forma estamos educando a nuestras audiencias, entregándoles información importante que les permita opinar respecto a ciertos temas, desconocidos hasta entonces. Al saber sobre ciencia las personas obtienen libertad ya que pueden tomar decisiones informadas – ¿compro o no este producto transgénico?, por ejemplo – y esto es uno de los objetivos de la labor del periodista.

Los medios de comunicación deben ser una fuente importante de transmisión de conocimiento científico, especialmente aquellos que tienen mayor alcance. La población, en su mayoría, no tiene acceso a revistas especializadas de difusión científica, o no cuenta con los conocimientos básicos para poder entenderlas, por lo que no pueden acceder de primera fuente a la información sobre los avances de la ciencia y los descubrimientos actuales en diversos temas. Los medios juegan un papel primordial: deben divulgar el conocimiento científico de forma comprensible, rigurosa y además con cierto enfoque educativo.

Finalmente, diré que la sociedad confunde la ciencia con la pseudociencia porque, lamentablemente, conoce más a esta última. Particularmente, las personas no saben lo que hace un astrónomo y esto facilita la confusión con la astrología. Los científicos debemos, al igual que los medios, asumir nuestra responsabilidad y mostrar lo que hacemos y cómo lo hacemos. Debemos comunicar nuestro trabajo a la sociedad.

Sobre el autor: Carol Rojas Díaz, Licenciada en Astronomía de la Pontificia Universidad Católica de Chile y egresada de Magíster en Astrofísica de la misma universidad. Mis trabajos académicos se han centrado en Astrofísica Estelar. Actualmente me encuentro realizando un Magíster en Periodismo, con el fin de aportar a la difusión de la ciencia a través de los medios de comunicación.


Citas utilizadas:


Calvo, H. (1999). El nuevo periodismo de la ciencia. Ediciones Ciespal, Quito, Ecuador.

Del Puerto, V. (1999). Periodismo científico: la astronomía en titulares de prensa. (Tesis inédita de maestría). Instituto de Astrofísica de Canarias, Canarias, España.

Jiménez T. (2012). Ciencia vs. Pseudociencia. Cuaderno de investigación en la educación, ISSN 1540-0786. PP. 199-211.

National Science Board. (2008). Science and engineering indicators. Arlington, VA: National Sciencie Foundation.

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