Hace
poco fui a realizar una entrevista a una persona muy importante para un ramo de
la universidad, por lo que tuve una reunión previa con sus asesores. Después de
conversar con ellos y contarles los motivos que me habían llevado a una carrera
humanista luego de ocho años estudiando y trabajando en astronomía, uno de
ellos me dijo: “entonces, ¿tú que eres? ¿astróloga?”. Esa pregunta, que me preocupa
y preocupa a la comunidad científica, es mucho más común de lo que quisiéramos y
se debe, principalmente, a la confusión entre ciencia y pseudociencia.
En
la antigüedad, algunas observaciones astronómicas importantes fueron hechas con
propósitos astrológicos. Los términos no se diferenciaron conceptualmente sino hasta
el siglo VI d.C., pero, como podemos apreciar, la confusión ha perdurado muchos
años después, aunque en la definición de cada una la diferencia sea clara. Mientras
la astronomía es explicada por Del Puerto (1999) como “una ciencia que estudia
el universo exterior y la Tierra, observando posiciones, movimientos y
evolución de los cuerpos y fenómenos celestes”, la astrología es definida con
un sentido supersticioso por la autora, como “una creencia sin base científica
donde asuntos humanos y características personales son influenciadas por la
posición de los planetas al momento de nacer”.
Podemos
atribuir la confusión a la similitud entre los nombres y a que ambas se
relacionan con las estrellas y los planetas. Las diferencias son bastantes,
pero la principal es que la pseudociencia no utiliza el método científico para
establecer conclusiones, las cuales no son verificables ni extrapolables. La ciencia es todo lo contrario. Lamentablemente,
existen más astrólogos que astrónomos y pocas personas saben diferenciar entre
ciencia y pseudociencia, por lo que si desean estudiar el Universo,
probablemente recurrirán a lecturas de naturaleza astrológica y no a revistas
científicas.
La
proliferación de las pseudociencias afecta a la educación científica y distorsiona
la visión de la ciencia. Los científicos, en conjunto con los comunicadores sociales
y los educadores, debemos luchar contra esto, como bien indica Jiménez (2012):
“no es permisible la sumisión de la razón ante todo aquello que intente asumir
el status y el rol de la ciencia”.
El rol de los medios
Todas
las mañanas en los diarios podemos leer el horóscopo, pero muy pocos diarios incluyen
una columna sobre ciencia. Se cree, erróneamente, que la población no tiene
interés por estos temas, pero la realidad es que los interesados no están
informados , lo que disminuye su atracción por estos temas.
La
pseudociencia está en los medios todos los días, la ciencia pocas veces, por lo
que es incuestionable el rol de éstos en la promoción de las creencias y
prácticas pseudocientíficas. Lo anterior contribuye al bajo conocimiento
científico de la población, ayudando a mantener la confusión.
Las
fuentes primordiales de información son los programas televisivos e Internet
(National Science Board, 2008) por lo que, como bien indica Calvo (1999), los
medios tienen el deber de comunicar los avances en la investigación científica.
A la vez, la información entregada debe ser actualizada, de calidad y
comprensible, pero nunca simplificada.
Generalmente la ciencia rigurosa se trivializa, logrando el efecto
contrario al esperado: se aumenta el grado de desinformación de la sociedad. Si
los contenidos se simplifican o exageran los lectores se quedan con conceptos
errados e ideas vagas sobre los avances científicos.
El
lenguaje científico es especializado y los periodistas deben interiorizarse
sobre él para acercar la terminología a la audiencia. El gran desafío entonces
es transformar estos temas en algo atractivo y cercano. De esta forma estamos
educando a nuestras audiencias, entregándoles información importante que les
permita opinar respecto a ciertos temas, desconocidos hasta entonces. Al saber
sobre ciencia las personas obtienen libertad ya que pueden tomar decisiones
informadas – ¿compro o no este producto transgénico?, por ejemplo – y esto es
uno de los objetivos de la labor del periodista.
Los
medios de comunicación deben ser una fuente importante de transmisión de
conocimiento científico, especialmente aquellos que tienen mayor alcance. La
población, en su mayoría, no tiene acceso a revistas especializadas de difusión
científica, o no cuenta con los conocimientos básicos para poder entenderlas, por
lo que no pueden acceder de primera fuente a la información sobre los avances
de la ciencia y los descubrimientos actuales en diversos temas. Los medios
juegan un papel primordial: deben divulgar el conocimiento científico de forma
comprensible, rigurosa y además con cierto enfoque educativo.
Finalmente,
diré que la sociedad confunde la ciencia con la pseudociencia porque,
lamentablemente, conoce más a esta última. Particularmente, las personas no
saben lo que hace un astrónomo y esto facilita la confusión con la astrología.
Los científicos debemos, al igual que los medios, asumir nuestra
responsabilidad y mostrar lo que hacemos y cómo lo hacemos. Debemos comunicar
nuestro trabajo a la sociedad.
Sobre el autor: Carol Rojas Díaz, Licenciada en Astronomía
de la Pontificia Universidad Católica de Chile y egresada de Magíster en Astrofísica
de la misma universidad. Mis trabajos académicos se han centrado en
Astrofísica Estelar. Actualmente me encuentro realizando un Magíster en
Periodismo, con el fin de aportar a la difusión de la ciencia a través de los
medios de comunicación.
Calvo, H. (1999). El nuevo periodismo de la
ciencia. Ediciones Ciespal, Quito, Ecuador.
Del Puerto, V. (1999). Periodismo científico: la astronomía en titulares de prensa. (Tesis
inédita de maestría). Instituto de Astrofísica de Canarias, Canarias, España.
Jiménez T. (2012). Ciencia vs.
Pseudociencia. Cuaderno de investigación en la educación, ISSN 1540-0786. PP.
199-211.
National Science
Board. (2008). Science and engineering indicators. Arlington, VA: National
Sciencie Foundation.
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